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Las imágenes son pájaros libres
Víctor Hugo Pérez

Erik Castillo

Tengo un perro escondido, encerrado y amarrado…

V.H.

La pintura producida por Víctor Hugo Pérez propone una serie de relatos sobre la interioridad del sujeto en el curso de la vida cotidiana –afectos, sueños, deseos, miedos, pulsiones-, en combinación con una estética de gran impacto perceptual, desplegada en términos de un expresionismo único, por ser sostenido por el artista en solitario, sin pertenecer a un grupo o movimiento. Interesado lo mismo en algunos temas y conceptos de la pintura europea tardomoderna (retrato libidinal, bodegón biofílico, efecto matérico de alto empaste, cromatismo vibrante, formalismo espiritual), que en ciertas referencias a la imaginería popular (artesanía, martirologio, hagiografía), Víctor Hugo Pérez es el autor inconfundible de una inmensa fábula en la que alternan protagonismo lo humano y lo animal.

            Culta y salvaje a la vez, la obra de Víctor Hugo Pérez pareciera una versión derretida, por efecto de un apasionamiento estilístico o de un acto de irreverencia amorosa, de los iconos bizantinos o de las escenas de los cuadros de la Escuela de París. A veces, el pintor construye sus figuraciones incorporando escrituras breves o de mediana extensión; se trata de máximas confesionales cargadas de ironía lúcida o de descripciones delirantes de personajes y situaciones. Esto introduce en la obra del artista tapatío un giro postmodernista à la Jean-Michel Basquiat, aunque también un guiño a la narrativa de los exvotos católicos. Todas las semejanzas, influencias, citas o paráfrasis que se detectan en la producción de Víctor Hugo, en relación con autores o tendencias históricos en el arte visual (Van Gogh, Matisse, Picasso, Beckmann, Dubuffet, Orozco, Tamayo) son, de acuerdo con sus propias palabras, tributos motivados por la mirada fascinada del pintor ante las obras que le han atraído a lo largo del tiempo.

            En una inolvidable declaración de principios, Víctor Hugo Pérez ha expresado públicamente el núcleo de su discurso pictórico, el origen de su creatividad y el principio de su sensibilidad personal: en el nivel del inconsciente, en la esfera de la subjetividad, a modo de sombra existencial, habita en su cuerpo un tremendo “perro bravo”, imagen que es un hermoso símil para dar cuenta, analógica y poéticamente, del yo profundo del artista. La figura del perro/yo feroz, alimentado a través del tiempo vital con resentimientos, humillaciones, afrentas, temores, poderes y anhelos, es el arquetipo o modelo mental originario del cual deriva el cúmulo de visiones que aparecen en las obras de Víctor Hugo.

            La vasta producción de Víctor Hugo Pérez, que abarca los campos de la pintura y la escultura, representa un desarrollo mexicano contemporáneo de un proceso que comenzó en la vanguardia internacional del periodo 1907-1930 y que continuó en el arte global posterior a 1945, marcado espiritualmente por los acontecimientos devastadores de  la Segunda Guerra Mundial. Dicho proceso es el del imperativo de nuevas imágenes para representar visualmente a la figura humana y a los objetos del mundo. Desde entonces y hasta nuestra época, muchos artistas han buscado crear bioformas y antropometrías que puedan plasmar, de modo  avanzado, la experiencia del hombre en el contexto de la realidad actual.

            En las distopías plásticas creadas por Víctor Hugo Pérez, no exentas por cierto de escenas cálidas, humorísticas y afirmativas, se advierte un refinamiento obsceno en el que el homeomorfismo (política y procedimiento de figuración que altera y deforma, sin cancelar la posibilidad de identificación, la apariencia de los seres y las cosas) alcanza niveles muy interesantes. Pintura consagrada a lo terrenal, al impulso de la carnalidad y al paroxismo emocional, la producción de Víctor Hugo Pérez refleja una trayectoria artística de dos décadas y media, un ejercicio de fuerza creativa que puede ser interpretado de muchas maneras sugerentes, pero jamás como un producto de la casualidad.